Cantabria
La Encuesta Social del Icane muestra que las mujeres tienen hábitos más saludables que los hombres, que recurren más a la carne y a la comida rápida

Los cántabros comen muy poca fruta y verdura y menos pescado de lo necesario, muy lejos de los valores que los nutricionistas recomiendan para tener una dieta equilibrada y saludable. En concreto, su menú tipo incluye verduras 3,4 veces a la semana, fruta 5,2, pescado 2,5 y carne 3,1. Y manifiestan que caen en la tentación de la denominada ‘comida rápida’ (hamburguesas, pizzas, precocinados…) una vez cada dos semanas. Así lo refleja el avance de resultados de la Encuesta Social de 2017 que acaba de publicar el Instituto Cántabro de Estadística (Icane), una radiografía de la realidad de la Comunidad Autónoma que se realiza cada dos años.
«Los resultados son bastante deficientes en frutas y verduras. Debemos consumir ambos tipos de alimentos cinco veces al día (dos raciones de verduras y tres de fruta) y la media que refleja el estudio es ocho veces a la semana, muy poco», analiza Iñaki Elío, director del grado de Nutrición Humana y Dietética de la Universidad Europea del Atlántico (Uneatlántico). «Es un error porque hay muchos estudios que nos demuestran que se puede reducir hasta un 31% la muerte prematura en personas adultas si aumenta el consumo de frutas y verduras», asegura.
Las claves
- 5 raciones diarias de fruta y verdura es la recomendación para una dieta saludable. Los cántabros apenas toman tres de verdura y cinco de fruta a la semana.
- Desequilibrio en los jóvenes. El 11,3% de los jóvenes de 16 a 24 años nunca consume verdura, el 14% no prueba la fruta y el 10,5% rechaza el pescado.
- 2,5 veces a la semana comen pescado los cántabros, muy por debajo de las cuatro raciones a la semana, dos de ellas azul, que indican los expertos.
- Los hombres comen peor. Los cántabros comen menos verdura, fruta y pescado y más carne y comida rápida que las cántabras.
El dietista y nutricionista alerta también el peligro de consumir más carne que pescado: los cántabros toman carnes grasas y embutidos 3,1 veces a la semana frente a las 2,5 raciones de pescado que ingieren. La recomendación es no sobrepasar las tres dosis semanales de carne y alcanzar las cuatro de pescado, al menos dos de ellas azul. «Convendría equilibrar más el consumo de carne y pescado, reduciendo el primero y aumentando el segundo», apunta. Y recuerda cómo la Organización Mundial de la Salud (OMS) asocia el riesgo de padecer cáncer colorrectal con el consumo excesivo de carne y, sobre todo, procesados cárnicos(embutidos, salchichas, hamburguesas…). En contrapartida, Elío destaca el efecto de prevención de problemas cardiovasculares que produce el pescado azul (sardina, salmonete, atún, salmón, trucha, bonito, rodaballo, anchoa…).
«El aumento del consumo de frutas y verduras puede reducir hasta un 31% la muerte prematura en personas adultas»IÑAKI ELÍO | DIETISTA, NUTRICIONISTA Y PROFESOR DE UNEATLÁNTICO
A estos datos del Icane se unen los publicados este mismo año por el Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente sobre la cesta de la compra, que revelan que los cántabros comen menos fruta, verdura, carne, leche y pan que el resto de los españoles, a los que sí superan en el consumo de huevos y pescado, aunque en este caso se ha reducido en los últimos años.
Diferencias
La Encuesta Social del Icane, que se ha hecho por medio de 1.814 entrevistas personales o telefónicas, así como mediante cuestionarios en formato papel o vía internet, muestra cómo los cántabros se alimentan peor que las cántabras y tienen hábitos alimenticios menos saludables: así, los hombres comen menos verdura, fruta y pescado y más carne y comida rápida. «Las mujeres cuidan más la alimentación y la salud en general, fruto de la presión social que se hace sobre sobre su cuerpo, su imagen…», afirma el experto. «Lo más importante es el equilibro, siempre, porque hay casos que, por reducir tanto la cantidad de ciertos alimentos, por intentar comer tan sano, lo que se producen al final son enfermedades, trastornos de la conducta alimentaria, como la bulimia, la anorexia…», reflexiona.
«Buena parte de las enfermedades se podrían corregir a través de una correcta educación alimentaria en la infancia»
Estas diferencias en los hábitos alimenticios tienen su traslación a la esperanza de vida, que en Cantabria es de 86,1 años en el caso de las mujeres y de 80,3 en los hombres.
Ellos siguen comiendo peor, sí, pero menos que en años precedentes, «porque están cambiando los patrones sociales y el foco también se está poniendo en los hombres: antes mostrar barriga era considerado hasta un signo de salud, ahora se cuidan más el peso, la forma física, la alimentación… El hombre va a entrar cada vez más en esta dinámica», indica Elío, también doctor en proyectos de salud y nutrición.
Más datos llamativos: la franja de edad con hábitos más sanos es la que se sitúa entre los 45 y los 54 años. Otro: el 11,3% de los jóvenes de 16 a 24 años nunca consume verdura, el 14% no prueba la fruta y el 10,5% rechaza el pescado. Porcentajes que no se alcanzan en ningún otro tramo de edad. Y sólo un 35% dice no recurrir a la comida rápida. «La gente joven come de forma desequilibrada», reconoce el especialista. ¿Es un problema de educación? Elío responde que «se deberían llevar a cabo más campañas públicas de concienciación», aunque recuerda que en España «ya se ha intentado muchas veces y no ha dado resultado». Ve «imprescindible» incorporar una asignatura en los colegios relacionada con la alimentación y la nutrición para educar a las nuevas generaciones, «porque si no vamos a repetir ese patrón continuamente». También apunta que España es «el único país de la Unión Europea que no tiene incluida la figura del dietista-nutricionista en la sanidad pública, algo que ayudaría muchísimo a resolver este problema».
Insiste en el valor de la educación como clave para confeccionar una alimentación saludable y, por extensión, prevenir enfermedades. «El sobrepeso y la obesidad están detrás de problemas cardiovasculares, que tantas muertes producen en la edad adulta; de la diabetes, de la hipertensión, de entre un 30 y un 50% de los cánceres…», revela. «Buena parte de estas enfermedades se podrían corregir a través de una correcta educación en la infancia. No digo que se puedan evitar, pero sí reducir su incidencia, con el consiguiente ahorro que supondría además para la sanidad pública», incide.
Recomendaciones que Elío también extiende a «otra población frágil», las personas mayores de 65 años, cuyo consumo de frutas y verduras también es «muy bajo» según los datos del Icane, en detrimento de la comida rápida, que ha crecido tres puntos respecto a la última encuesta, la publicada en 2016 a partir de las estadísticas de 2015. «Como a partir de una determinada edad tienen dificultades para hacer la comida y alimentarse de forma correcta, empiezan a recurrir a productos ya precocinados o de preparación rápida. Esta alimentación incorrecta empeora su salud y les lleva a ser más dependientes», razona. Por ello, también aboga por desarrollar campañas de educación y concienciación alimentaria dirigidas a las personas mayores.